Hola, hola corazón,
Te doy la bienvenida a este pequeño espacio donde voy a ir abriendo el corazón, compartiendo mi camino, reflexiones y todo lo que surja, en cada entrada del blog.
Hoy te quiero hablar sobre quién hay detrás de mi proyecto, de mi negocio. Quién es Maria Felip Llavayol.
Y para eso, déjame llevarte más de 20 años atrás.
Siempre fui una Creadora nata.
De pequeña, mi niña interior estaba tan, tan, tan presente que el arte era un pilar en mi vida: escribiendo desde pequeñita cuentos, historias e incluso redactábamos una revista mensual con mi mejor amigo; festivales y festivales de baile (que mi familia te confirmará no se me daba muy bien…), más de 12 años estudiando teatro, desde los 5 pintando (ya van 20).
Por otro lado, era una niña muy sensible no solo a nivel emocional (lloraba mucho, mucho, mucho) sino que captaba y leía rápidamente espacios, personas y lugares (incluso viendo o sintiendo aquello que los demás no veían). Pero lo normalizaba tanto que de esto no me fui dando cuenta hasta más mayor, cuando entendí que esa sensibilidad no era normal y que en muchos casos, me llevaba para casa las emociones y densidad de otras personas y espacios.
Estudié Bachillerato Artístico mientras soñaba en matricularme en un grado de Arte Dramático. Pero en el momento de elegir grado, me dejé llevar por lo que creía se esperaba de mí y elegí una opción más convencional y “menos arriesgada”, Publicidad y Relaciones Públicas. Y me dije “En todo caso, cuando estés segura de qué sí quieres hacer, ya dejarás el grado”. Y así, mi brillo se fue apagando y cada vez empecé a dedicar menos tiempo a crear.
Llegué a conseguir plantarme con 22 años con todo aquello que creía deseaba en la lista: graduada con honores, contrato indefinido en una de las mejores agencias de publicidad de medios del país, independizada, vida social perfecta y ... mucho, mucho, muchísimo vacío e insatisfacción con todo e incluso TCAs y una obsesión por el cuerpo y el físico tremenda.
Sentía que me iba apagando. Que estaba viviendo una vida que no era para mí y estaba perdiendo las ganas incluso de levantarme por las mañanas de la cama.
Después de muchos años sabiendo que ser publicista no era mi propósito, pero creyendo que aparecería de la nada, que de un día para otro me daría cuenta, me di cuenta de que así no encontraría esa dirección.
Así que recién empezado 2020, sin saber muy bien qué necesitaba ni qué iba a hacer, dimití.(Spoiler: al cabo de unos meses volví a entrar en otra agencia y volví a dimitir en 2021).
Y empecé a viajar hacia mí, a reencontrarme y dejarme acompañar en distintos procesos holísticos con personas medicina (y por mí misma). Empecé a atenderme, acompañarme y priorizarme más que nunca. Y escuchar qué me pedía el alma. Pintar, canalizar, llorar, pintar, escribir, pintar. Una y otra vez.
Como si algo dentro de mí me obligara a hacerlo. Como si tuviera que pintar por supervivencia. Aunque empecé a pintar al óleo con 5 años, ), nunca lo había hecho tan libre, tan sin estructuras, sin modelos, sin ninguna intención más que dejarme guiar por mis manos y crear lo que naciera (alejándome del realismo que había conducido mi aprendizaje académico durante más de 15 años hasta entonces y simplemente sintiendo).
Después entendí que no solo estaba sacando y expresando sobre lienzos y paredes todo lo que había callado, sino que también me estaba dejando sostener, guiar y hablar por mi alma, por el Universo. Estaba bajando energía e información en color, en manchas, en formas, para seguir abriéndome y sacando a la luz la Maria que sí era en esencia.
Después de mucho pintar para sanarme, para reconocerme, para recuperarme, me di cuenta de que ya no pintaba solo para mí. Ahora pintaba para el mundo. Que debía ser compartido. Y empecé a compartirme: pinturas, textos, reflexiones... en Instagram primero.
Pero algo me decía "Más, Más. Entrega esto" .
Y empecé a aumentar mi entrega: talleres, atreverme a decir que canalizaba, sacar al mundo mis productos y servicios, cursos y más al mismo tiempo que me formaba para enriquecerme con nuevas herramientas.
Y sobre todo, dejé de esconderme y me lancé. Descubriendo que al otro lado había una cantidad inimaginable de personas celebrándome y esperando mi entrega con los brazos abiertos.
Así que amor, sea lo que sea lo que te pida el alma, te invito a darte el permiso de SER. La vida es demasiado corta para dejar en standby quién hemos venido a ser.
Un abrazo,
Maria